17 de junio de 2010

Requiéscat In Pace

A nuestra sociedad occidental no le gusta hablar de la muerte. Vivimos como si ésta no existiera, y siempre nos pilla de sorpresa. Ni siquiera aceptamos la vejez, las canas, las arrugas, y se puede comprobar con tanta operación para "seguir siendo siempre joven".
Pero la vida esta hecha de dualidades: sin tristeza no conoceríamos la alegría, sin fealdad no reconoceríamos la belleza, y sin muerte, no existiría la vida. Para que nazca la planta, tiene que morir la semilla.
Y tampoco pensamos en que la muerte física podría ser solo un paso, un cambio, hacia otra forma de existencia, en otra dimensión, donde estaremos mejor que acá.
Quizá no pensamos nunca en la muerte, porque no queremos abandonar nuestra vida, nuestros seres amados y nuestras cosas. Pero estamos muy aferrados a todo, tratando de "poseer", cuando quizá lo mejor seria "soltar"... como cuando se deja "volar" a los hijos para que puedan construir su propia vida.
Y de lo mismo se trata cuando muere el Otro, no queremos "perder" a nuestro ser amado.
Creo que no hablamos de la muerte porque nos quedamos estancados en el dolor, necesario, sano, inevitable.
Pero mas allá de la tristeza de no poder estar nunca mas tangiblemente con la persona amada, un dolorcillo que no se irá nunca sino que llegará a formar parte de nuestro ser, está la alegría de haber tenido al mejor padre/madre/esposo/esposa/hijo/hija/etc. del mundo, de haber compartido la vida con el, de reconocer en uno todo lo que nos dejó y enseñó, y sentir que está vivo en nuestro corazón para siempre. Y que la persona amada, también está mejor, donde está. ¿ Y no es el amor, el desearle el máximo bien a la persona amada?
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Una vez, visitando con mi papá el cementerio, le dije algo así como: -"¡Que pena que todo finalmente muera! ¿Hay algo que no muera?" .
Y el me contesto: -"Bueno, las Ideas no mueren".


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